30 de enero de 2008

Irena Sendler.


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Por: Natalia Kravtsov
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Irena Sendler nació en Polonia en 1910, en un pueblo llamado Otwock a 23 kilómetros al sudeste de Varsovia.

Su padre, Stanislaw Krzyzanowski, un médico que contaba mayormente con pacientes judíos pobres, fue activista del partido socialista polaco (PSP). Sus ideas fueron una gran influencia para la joven Irena quien estudió literatura polaca, pertenecía a la izquierdista Unión de la Juventud Democrática, participó en protestas contra un "ghetto de escritorio" en salones de lectura y finalmente se unió al PSP.
Irena trabajaba como administradora superior en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia que operaba los comedores comunitarios de la ciudad, cuando Alemania invadió el país en 1939.

Gracias a Irena, estos comedores no solo proporcionaban comida, asistencia financiera y otros servicios para huérfanos, ancianos y pobres; sino que sumaron la entrega de ropa, medicinas y dinero a las familias judías. Para evitar las inspecciones, se las registraba bajo nombres católicos ficticios y se las anotaba como pacientes de enfermedades muy contagiosas como el tifus o la tuberculosis.

Pero en 1942, con la designación de un área cerrada para alojar a los judíos, conocida como el gueto de Varsovia, las familias sólo podían esperar una muerte segura.

Horrorizada por las condiciones en que vivían los judíos, Irena se unió al Consejo para la Ayuda de Judíos, Zegota, organizado por la resistencia polaca. La joven fue una de las primeras organizadoras del rescate de niños judíos. En ese entonces 5000 personas morían mensualmente de hambre y enfermedades.

Irena logró obtener un pase del Departamento de Control Epidémico de Varsovia para poder ingresar al gueto en forma legal. Iba diariamente con el fin de reestablecer contactos, llevar comida, medicinas y ropa vistiendo un brazalete con una estrella como signo de su solidaridad para con los judíos.

Persuadir a los padres de separarse de sus hijos era una labor horrorosa para una joven madre como Irena. "¿Puedes asegurar que vivirá?" Irena recordaba a los angustiados padres preguntando. Pero sólo podía garantizar que morirían si se quedaban. "En mis sueños, todavía puedo oírlos llorar cuando dejaban a sus padres", decía.

Tampoco era fácil encontrar familias que quisieran darle cobijo a niños judíos.

Comenzó a sacar a los niños en una ambulancia como victimas del tifus, pero enseguida bolsas de arpillera, cestos de basura, cajas de herramientas, cargamentos de mercadería, bolsas de papas, ataúdes... cualquier elemento se transformaba en una vía de escape en manos de Irena.

Otros métodos incluían una iglesia que tenía dos accesos, uno del lado del gueto y el otro en el lado ario de Varsovia. Los chicos entraban a la iglesia por un lado como judíos y salían por el otro como cristianos.


Mañana la última parte del cápítulo dedicado a esta maravillosa mujer.

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