28 de diciembre de 2007

En toda guerra lo primero que muere es la verdad.




Por: Natalia Kravtsov
libritoazul@hotmail.com


Como extensión del tema que toco Madeli, quiero presentarles de un autor que desconozco, que encontré por ahí en tantas lecturas y se grabó en mi mente una frase que dice lo siguiente: “En toda guerra lo primero que muere es justamente la Verdad”.

Les transcribo textualmente mi lectura y los invito a pensar sobre el tema…

“De los grandes golpes se aprenden duras lecciones, pero antes decantar el dolor, el horror y trauma que esa lección conlleva, debemos decantar la muerte; porque el fondo de todo drama al igual que en este que nos ocupa, esta siempre la muerte.

¿Es acaso la muerte un hecho absurdo, lamentable, innecesario, evitable?
La muerte no es un efecto secundario, colateral, accidental, por el contrario, es nuestro ingrediente esencial, porque la muerte en si misma es el corazón del drama; ella nos arroja al oscuro fondo de la tragedia. La muerte le da dimensión humana a nuestros actos y existencia efímera a los sueños y ambiciones.

Cuanto más lejana en el tiempo y la distancia, la muerte de los otros siempre es un dato referencial, pero en la medida que se acerca, sus rasgos se personalizan y pasa a ser la muerte de los seres que conozco. La muerte nos habla del inevitable sentido de nuestra existencia pero también vemos en ella una moneda fuerte que circula por el mundo y toma color de los que la comercien.

En manos del terrorista asesino que amenaza nuestra permanencia en este mundo cotidiano, esta moneda se convierte en miedo y dolor, en inquietud, en incertidumbre; en manos de credos religiosos que a manera de turismo tratan de vendernos el viaje al mas allá, la muerte se convierte en portal hacia la vida eterna.

No, no es posible de decantar, ni desdramatizar la muerte, y menos cuando se manifiesta con tanta brutalidad…”

¿Qué importa qué color, sabor, formas, rasgos políticos y religiosos toman los terroristas, si asesinan en nombre de la Verdad?
¿Y cuál es la verdad?

Creo que la única verdad es la realidad que en consecuencia vive Guatemala, tratando de superar su ensangrentado pasado, olvidado por unos, no comprendido por los otros. Y el deber ciudadano de todos los guatemaltecos en la actualidad es evitar a toda costa que lo vivido en aquellos tiempos de la lucha brutal entre el gobierno y la guerrilla se repita jamás.

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