Por: Madeli Morales
Oregon U.S.A
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Hace unos meses escribí lo que a continuación voy a compartir con ustedes. Quiero decir que en esos momentos creí que nunca saldría de ahí, pero el tiempo ha pasado y la intensidad con la que el dolor me había doblegado ha ido disminuyendo. Las condiciones que me llevaron a escribir esa experiencias aún está presentes, pero la intensidad ha disminuido. Ya la cárcel no la siento como antes.
Quiero compartirlo con ustedes para que no se dejen vencer por todas esas situaciones que parecen que no tienen solución. Yo nunca perdí la fe y la esperanza, y esa experiencia ha sido para mi una escuela, dura, pero escuela al fin. He aprendido mucho, y es lo que ahora me place en compartir con ustedes.
“Me levanté temprano como lo hacía todos los días. Me preparé para ir a trabajar, como lo hacen la mayoría de personas, es decir, hice todas las actividades comunes que se hacen a esa hora del día: bañarme, arreglarme, etc.” Fue ahí cuando desperté.
Ya van muchos meses de estar en reposo involuntario. El sueño de volver a hacer las cosas más normales es cada día más lejano. Lo que antes era lo más normal del mundo se ha vuelto en una meta que a veces parece imposible de realizar. No se que es lo que pesa más, si el dolor que siento cada vez que intento moverme, o el pensar que nunca más se tendrá la oportunidad de volver a recuperar la salud.
El día comienza como siempre, con la alarma del reloj que una de mis hijas pone para despertarse e ir a la escuela. A ella le toca despertar a los demás. Cuando todos están listos, el más pequeño de ellos entra a mi cuarto a preguntarme si los voy a ir a dejar a la escuela este día.
Quiero compartirlo con ustedes para que no se dejen vencer por todas esas situaciones que parecen que no tienen solución. Yo nunca perdí la fe y la esperanza, y esa experiencia ha sido para mi una escuela, dura, pero escuela al fin. He aprendido mucho, y es lo que ahora me place en compartir con ustedes.
“Me levanté temprano como lo hacía todos los días. Me preparé para ir a trabajar, como lo hacen la mayoría de personas, es decir, hice todas las actividades comunes que se hacen a esa hora del día: bañarme, arreglarme, etc.” Fue ahí cuando desperté.
Ya van muchos meses de estar en reposo involuntario. El sueño de volver a hacer las cosas más normales es cada día más lejano. Lo que antes era lo más normal del mundo se ha vuelto en una meta que a veces parece imposible de realizar. No se que es lo que pesa más, si el dolor que siento cada vez que intento moverme, o el pensar que nunca más se tendrá la oportunidad de volver a recuperar la salud.
El día comienza como siempre, con la alarma del reloj que una de mis hijas pone para despertarse e ir a la escuela. A ella le toca despertar a los demás. Cuando todos están listos, el más pequeño de ellos entra a mi cuarto a preguntarme si los voy a ir a dejar a la escuela este día.
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La sola pregunta comienza mi tortura cotidiana. ¿Cómo decirles a mis hijos que no los puedo ir a dejar porque el dolor me doblega? ¿Cómo no sentirme impotente de no poder realizar una de las actividades más sencillas en la vida? ¿De que manera se puede volver a compartir esas cosas sencillas que se fueron volviendo parte de una costumbre?
Mi voluntad sigue ahí, indoblegable la mayoría de las veces, machacada otras por el dolor y malestar que siente mi cuerpo.
Pueden mis ojos observar todo lo que me rodea y mis oídos recoger todos los sonidos que se producen a mi alrededor. ¿Por qué mis piernas no pueden correr hacia donde mi curiosidad quiera llevarlas?
Es así que mi cuerpo se ha convertido en la cárcel de lo que tiene dentro. Mis piernas son los barrotes que adornan esa cárcel y mis brazos se agitan exigiendo libertad para mi espíritu alegre y jovial. Esta es una lucha entre mi mente y mi cuerpo: mi cuerpo por no dejarme salir, mi mente por no dejarse vencer.
Mi voluntad sigue ahí, indoblegable la mayoría de las veces, machacada otras por el dolor y malestar que siente mi cuerpo.
Pueden mis ojos observar todo lo que me rodea y mis oídos recoger todos los sonidos que se producen a mi alrededor. ¿Por qué mis piernas no pueden correr hacia donde mi curiosidad quiera llevarlas?
Es así que mi cuerpo se ha convertido en la cárcel de lo que tiene dentro. Mis piernas son los barrotes que adornan esa cárcel y mis brazos se agitan exigiendo libertad para mi espíritu alegre y jovial. Esta es una lucha entre mi mente y mi cuerpo: mi cuerpo por no dejarme salir, mi mente por no dejarse vencer.
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No hay sentencia, ni libertad bajo fianza, lo que tal vez puede ser una esperanza es en la libertad por buena conducta; una buena conducta que significa renunciar temporalmente a mis deseos, a mis necesidades, a mis obligaciones.
7 Comentarios:
Quiero decirte que aun que tu ahora no puedas mover tu cuerpo,tu actitud hacia la vida es mas fuerte que muchos de nosotros tu mente tu trabajo por los demas y tu familia es digna de seguir como ejemplo,yo desde aca estare pidiendo a mis ancestros para que tu sanes y tus hijos te vuelvan a ver caminar con ellos de la mano;Quiero que sepas que aun que no te conosco ficicamente,te amo como tu paisano,con ese amor por la justicia y la dignidad.VIVA USTEDES LAS MUJERES!
Anónimo:
Gracias por sus palabras. Lo peor ha pasado ya, pero todavía me queda mucho por recuperar. La batalla continua para recuperar mi salud por completo. Al igual que continuará la batalla por la justicia y la dignidad.
Madeli.
Gracias por contestar,te comento que por casualidad llegue a este sitio y me alegra saber de ustedes;Gracias Madeli por ser como eres yo tambien soy de origen de izabal,Soy un esprisionero politico y me agrada saber de ti y la gente que cree en el futuro,puedes estar segura que tus hijos tendran un gran orgullo de ser parte tuya que les diste vida;Gracias Madeli por existir y sigue escribiendo que lo haces muy bien.Que tengas unaño nuevo lleno de grandes espectativas y que nuestra tierra maya y los poemas de Otto te acompañen.Fraternalmente.Mario
Mario:
Siento mucho que haya tenido que haber sido un prisionero político.
Gracias por sus palabras y por recordarnos a Otto René Castillo, uno de los verdaderos próceres del pueblo, capturado, torturado e inmolado por los enemigos del pueblo que se disfrazan de gobierno para hacer legales sus crímenes.
Saludos y feliz año
Madeli
Poeta si, pero de allí a llamarlo "prócer" es un verdadero insulto a la inteligencia, la guerrilla se mancó las manos de sangre al matar gente inocente a quienes acusaban de informar al ejército.
Muy poeta pudo haber sido, pero el estigma de terrorista, saqueador, secuestrador y asesino se lo llevará al infierno.
Otto René Castillo fue eso y más, jamás se le puede bautizar como prócer, solo falta que lo beatifiquen para que la basura esté junta.
Yo no se que edad tu tendras y conque verdad hablas sobre Otto,a el lo mataron y torturaron los que defienenden siempre los intereses de los oligarcas de nuestro pais;Me refiero a los asesinos militares que escondidos en la llamada democracia en nuestro pais,terminaron con masacres y crimenes con la mayoria del pueblo Ixil ,estudiantes y hobreros honestos de nuestro pais.Viva Otto y Norita Paiz!
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