Por: Edgar Orellana
edgar-orellana@megachapines.com
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Allá por el año 1,995 me desempeñé ad-honorem como miembro de Junta Directiva de la Casa Hogar del Niño Santa María de Guadalupe, hoy que se acerca la navidad y que estoy a punto de ir a visitarlos, me vienen a la mente tantos recuerdos a mi paso por ese lugar, historias que se quedarán perdidas en el tiempo, personajes que hoy ya son hombres y mujeres integrados a la sociedad.
Escuché cientos de historias de labios de niños que no sobrepasaban los 10 años en su gran mayoría, en esa época la casa hogar albergaba unos 150 entre niños y niñas que vivían de la caridad pública, y lloré amargamente con las historias que contaban esos pequeñitos, historias crudas protagonizadas por sus propios padres, quienes los obligaban a tan pequeña edad a realizar menesteres de adultos y como tales los castigaban, que va, ni a un adulto se le castiga así, estos niños eran castigados peor que a los animales.
Existen casos concretos que no voy a olvidar, El Colocho un niño de apenas seis años que tenía la cicatriz en su cuerpo quizá para siempre, la madre para castigarlo le colocó la plancha caliente en su tierno cuerpecito y luego del castigo lo encerraba con un loro. “para que aprendás a hablar”-le decía.
Otro pequeñito que no recuerdo su nombre de 10 años pero con estatura de uno de 6, contaba que su padre lo obligaba a salir todos los días a buscar leña a la montaña cercana y cuando regresaba recibía de castigo unas golpizas y luego lo dejaban sin comer, cuando tenía hambre, relata, se subía a un árbol de guayabas donde saciaba su necesidad.
Una niñita de 7 años relataba que todos los días porque no vendía suficientes tortillas la introducían en un barril donde pasaba la noche, padece hasta la fecha de problemas de sus piernas por la incomoda forma en que la obligaban a estar todos los días.
Una noche estábamos en una reunión de Junta Directiva, cuando escuchamos que tocaron fuerte al portón principal, me levante creyendo que era una de las niñeras que llegaba, mi sorpresa fue enorme, tirada en el suelo y apenas envuelta por unos harapos una niña de apenas dos meses de nacida, una nota en su pañal decía mas o menos esto:
“Yo sé que ustedes ayudan a los niños, quédense con mi hija porque no puedo mantenerla, ella toma leche…”
De inmediato fue llevada a las instalaciones y fue bautizada como María Guadalupe, su destino ya no supe cual ha sido, pero así hay miles de casos dramáticos que han pasado por esa Casa Hogar, relatos que arrancan las lágrimas al más valiente.
Existen padres y madres desnaturalizados, que tiran a los hijos o los castigan con odio, negándoles a las criaturas el derecho a desarrollarse en una forma normal. Seres humanos malditos, desgraciados que no tienen sentimientos, lastimar a un niño con saña solo puede caber en mentes calenturientas y retrógradas.
Esta navidad como lo he hecho otras veces, voy a tratar de acercarme a esta Casa Hogar para llevarles unos regalitos, posiblemente sean sencillos y pequeños, pero para los niños allí recluidos, las visitas las ven como día de fiesta y los regalitos por muy pequeños que sean los ven como los mas grandes.
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