Por: Hugo Leonel García Montenegro
hugamonte@yahoo.com
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Hace unos meses estuve en una conferencia dictada por un Doctor español en Educación, en uno de los salones de la Biblioteca Central de USAC. El tema era justamente sobre la evaluación del aprendizaje de los alumnos. En cuanto tuve oportunidad de manifestarme, hice la siguiente observación:
¿Quién evalúa al sistema educativo? Antes de pretender culpar al alumno, en forma exclusiva, por sus bajas notas, es necesario comprender que el alumno no recibe una enseñanza de primera calidad, que pueda calificarse con 100 puntos, debido a lo siguiente:
Hace unos meses estuve en una conferencia dictada por un Doctor español en Educación, en uno de los salones de la Biblioteca Central de USAC. El tema era justamente sobre la evaluación del aprendizaje de los alumnos. En cuanto tuve oportunidad de manifestarme, hice la siguiente observación:
¿Quién evalúa al sistema educativo? Antes de pretender culpar al alumno, en forma exclusiva, por sus bajas notas, es necesario comprender que el alumno no recibe una enseñanza de primera calidad, que pueda calificarse con 100 puntos, debido a lo siguiente:
1) El español que hablan los maestros, como el del resto de la población, es cada vez más corrupto, plagado de verbos obtenidos de los substantivos de infinitivos que ya existen (como accionar por actuar, obstaculizar por obstruir, etc.), mal uso de las preposiciones, corrupción de la conjugación verbal (dijistes, por dijiste, etc., tu sos, por tu eres, etc). Substantivos mal empleados (como inversor por inversionista) y muchos otros barbarismos. Ni el Ministerio ni los sindicatos magisteriales hacen algo al respecto y esta podría ser una edificante actividad para alguien que ya bautizaron como Jodiel. No debe perderse de vista que el lenguaje es un mecanismo de comunicación que debe ser utilizado tan formalmente como posible a manera de lograr el cumplimiento de su cometido.
2) Los libros no son completamente satisfactorios respecto a su contenido y la corrección del lenguaje que utilizan. Recuerdo que cuando mi hijo mayor estudiaba la primaria, uno de sus libro definía las palabras “cuento” y “novela” de idéntica manera, lo que crea una natural confusión en el adulto, no se diga en el niño. Además, en muchos libros, las frases están mal armadas, llegando al colmo de escribir una pregunta en forma afirmativa y para avisar que se trata de una pregunta, encerrarla entre signos de interrogación, (o darle la entonación de pregunta cuando el lenguaje es hablado). Las preguntas deben empezar, en general, con el verbo o con las palabras “cuándo”, “cómo”, “qué”, etc.
3) Los maestros no están siempre bien preparados, no cultivan el hábito de la investigación (estudiar analizando concienzudamente lo que dice el libro) y el estudio constante; lo que muchos quieren es recibir cursos, muchas veces solamente para decir que merecen incrementos salariales, dado su más alto nivel de preparación.
Una de las profesoras del mismo hijo que menciono en el numeral anterior, aseguraba que los rayos atmosféricos caen siempre de arriba hacia abajo, cuando se sabe que esto ocurre sólo en contadas excepciones, la regla general es que se disparan de abajo hacia arriba.
Una de las profesoras del mismo hijo que menciono en el numeral anterior, aseguraba que los rayos atmosféricos caen siempre de arriba hacia abajo, cuando se sabe que esto ocurre sólo en contadas excepciones, la regla general es que se disparan de abajo hacia arriba.
4) Debe dejarse constancia de que mi hijo no estudiaba sino en uno de los más prestigiosos colegios del País, el Alemán. ¿Cómo será en nuestras humildes escuelas nacionales? Donde dicho sea de paso, yo estudié mis primeros tres grados de la primaria.
Con base en lo expuesto, yo me permito congratular al Gobierno actual, por lo que a mí me parece una acertada y ecuánime decisión, regresar a 60 puntos la condición necesaria para aprobar un curso, lo que además, es menos injusto con los estudiantes, a quienes no debe exigírseles más de lo que estamos dispuestos a darles.
He notado que a los “expertos” del campo de la educación no les agrada que neófitos, como yo, participen en las discusiones y puntos de vista que ellos consideran “de alto nivel”. Yo por el contrario creo que la lógica elemental, o sentido común, que desafortunadamente no es tan común pese a los títulos, debe ser quien nos guíe para la toma de decisiones, sin complicarnos con “expertos” que muchas veces, especializados en otros países, son utilizados para implantar en nuestro País, las ideas que a ellos convienen, sin importar si nos convienen a nosotros. Creo que el intercambio en cualquier campo de conocimiento de que se trate, es correcto y útil, pero lo que escuchemos, debemos filtrarlo a través de nuestro intelecto, buscando que nos sea de la mayor utilidad y no nos perjudique ni como individuos ni como nación.
Ya que estoy en el campo educativo (no educacional, tomado del inglés) deseo manifestar que la educación bilingüe, tan deseada por algunos líderes indígenas en su deseo de prominencia, no hace sino retrasar la incorporación de esos niños, a un sistema nacional que opera en español. Es mucho más difícil trabajar, y por tanto contratar, con alguien que no habla bien el español, lo que significa que estos niños tendrán problemas más adelante al intentar incorporarse a la Economía nacional.. Los educadores bilingües son más difíciles de preparar y obtener, aparte de que no pueden ejercer sino en el área donde se habla la lengua que conocen, lo que no deja de ser discriminatorio. Por otro lado, si no se habla y enseña correctamente el español, como se demuestra en los numerales anteriores, ¿cómo pretendemos enseñar otra lengua?. Así, la presión por la educación bilingüe no es otra cosa que un puro sentimentalismo que no conduce a nada bueno, mejor sería invertir los fondos que a tal esfuerzo se dedican, a que todos aprendamos a hablar y escribir correctamente el español.
Deseo concluir diciendo que la real academia de la lengua, no puede ser una institución que nos guíe en cuanto al uso correcto del lenguaje, ya que ella no lo norma, solamente lo describe, aceptando cualquier uso que la población hace del mismo. Por supuesto, es imposible evitar que cada quien hable como quiera, en cuyo caso, si el interlocutor no comprende puede preguntar o pedir aclaraciones, pero este no es el caso del lenguaje escrito, que debe ser correctamente normado.
NUNCA MEJORAREMOS SI NO DEJAMOS DE CONSIDERAR COMO ENEMIGO A AQUEL QUE MANIFIESTA SU DESACUERDO RESPECTO A NUESTROS CRITERIOS, POR DURO QUE NOS RESULTE.
Con base en lo expuesto, yo me permito congratular al Gobierno actual, por lo que a mí me parece una acertada y ecuánime decisión, regresar a 60 puntos la condición necesaria para aprobar un curso, lo que además, es menos injusto con los estudiantes, a quienes no debe exigírseles más de lo que estamos dispuestos a darles.
He notado que a los “expertos” del campo de la educación no les agrada que neófitos, como yo, participen en las discusiones y puntos de vista que ellos consideran “de alto nivel”. Yo por el contrario creo que la lógica elemental, o sentido común, que desafortunadamente no es tan común pese a los títulos, debe ser quien nos guíe para la toma de decisiones, sin complicarnos con “expertos” que muchas veces, especializados en otros países, son utilizados para implantar en nuestro País, las ideas que a ellos convienen, sin importar si nos convienen a nosotros. Creo que el intercambio en cualquier campo de conocimiento de que se trate, es correcto y útil, pero lo que escuchemos, debemos filtrarlo a través de nuestro intelecto, buscando que nos sea de la mayor utilidad y no nos perjudique ni como individuos ni como nación.
Ya que estoy en el campo educativo (no educacional, tomado del inglés) deseo manifestar que la educación bilingüe, tan deseada por algunos líderes indígenas en su deseo de prominencia, no hace sino retrasar la incorporación de esos niños, a un sistema nacional que opera en español. Es mucho más difícil trabajar, y por tanto contratar, con alguien que no habla bien el español, lo que significa que estos niños tendrán problemas más adelante al intentar incorporarse a la Economía nacional.. Los educadores bilingües son más difíciles de preparar y obtener, aparte de que no pueden ejercer sino en el área donde se habla la lengua que conocen, lo que no deja de ser discriminatorio. Por otro lado, si no se habla y enseña correctamente el español, como se demuestra en los numerales anteriores, ¿cómo pretendemos enseñar otra lengua?. Así, la presión por la educación bilingüe no es otra cosa que un puro sentimentalismo que no conduce a nada bueno, mejor sería invertir los fondos que a tal esfuerzo se dedican, a que todos aprendamos a hablar y escribir correctamente el español.
Deseo concluir diciendo que la real academia de la lengua, no puede ser una institución que nos guíe en cuanto al uso correcto del lenguaje, ya que ella no lo norma, solamente lo describe, aceptando cualquier uso que la población hace del mismo. Por supuesto, es imposible evitar que cada quien hable como quiera, en cuyo caso, si el interlocutor no comprende puede preguntar o pedir aclaraciones, pero este no es el caso del lenguaje escrito, que debe ser correctamente normado.
NUNCA MEJORAREMOS SI NO DEJAMOS DE CONSIDERAR COMO ENEMIGO A AQUEL QUE MANIFIESTA SU DESACUERDO RESPECTO A NUESTROS CRITERIOS, POR DURO QUE NOS RESULTE.
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